Los meses de verano muchas veces te sorprenden de todo lo que traen, es como que se te diese la oportunidad de reinventarte para comenzar el año al caer el sol y acabarse el calor.

via GIPHY

Propósitos, rutinas, libros pendientes, metas inalcanzables y otras no tanto, y así. Hace ya tiempo que dejé de exigirme lo imposible y castigarme cuando no lo cumplía. No se podía vivir de tanto agobio y frustración.

La vida no es una competencia, no tenemos que demostrarnos ni demostrarle a nadie que somos las más guapas, las más delgadas o más fit, la blogger que más publica, ni la que salta “orgánicamente” de mil a treinta mil seguidores en seis meses.

Para mi la vida es más, es ir poco a poco, disfrutando el aquí y el ahora, sin olvidar nunca mis raíces y mi gente, pero dándome tiempo para mi, para caminar, andar, repensar, soltar y retomar.

Y estos meses sirvieron para eso, para disfrutar los días largos y atardeceres inolvidables de Madrid, para amar Galicia desde su gente, paisajes y sabores, y comprender -ahora un poco mejor- esa eterna morriña de mis amigos gallegos por su terruño.

Las Islas Cíes fueron uno de esos grandes descubrimientos que te regala la vida, Santiago con sus bares y sabores un descubrir constante, y Vigo con su puerto y rincones, una ciudad que me encantó respirar.

En cambio Madrid en verano es ese amor requete conflictivo que finalmente te resignas y aceptas, con el sol a mil y el termómetro a cien, los carteles de “Cerrado por vacaciones” en uno y otro y otro bar el día que quieres una cerveza, dormir a 35 grados en la madrugada, y luego te enamora con el atardecer en el Templo de Debod, el Metro vacío, y sus calles majestuosas sin coches y sin gente.

Entre tanta reflexión también viene el ¿Cómo soy yo y cómo quiero ser? ¿Cómo es Cookingka y como quiero que sea? ¿Sigue siendo algo que me apasiona?

La cocina, la gastronomía, nuestros platos más representativos vistos desde su historia, o desde esos recuerdos maravillosos y la añoranza que nos producen, es algo que desde siempre me ha apasionado y emocionado.

Me gusta investigar, probar, escribir, compartir y saborear. Pero soy una negada a ir por caminos ya transitados, o a ponerme una etiqueta, a ser solo “saludable” o “dulce” o “súper mega fit” o a preparar sólo ese plato que me sale bordado y no atreverme con más nada en la vida.

Porque la vida sigue siendo atreverse, perderse, caerse, y levantarse.

Atreverse a preguntarle a la Pulpeira del Mercado de Santiago cuanto tiempo deja el pulpo, y como lo corta, y si hay que congelarlo o golpearlo, o si es verdad que hay que “asustarlo”, y también dejar que el taxista vigués te cuente que Pulpo se suele comer “por ahí” los domingos” y que al agua donde lo preparan hay que ponerle una patata, y eso es así y no acepta discusión ninguna, jajaja.

Perderse en las calles pequeñísimas de Santiago y sus bares, mientras conversas de la vida y la lluvia, y le dices al camarero que te ponga una buena cerveza gallega de esa que no has probado. Las probamos todas, para que mentir.

Caerse, física y anímicamente a ratos, porque quieres más, y más no es más que tranquilidad y plenitud para ti y los tuyos, dignidad para todos los que la merecemos, pero ¡ay señores! eso es a veces tan duro…Ni yo puedo resolver los problemas de todos, ni puedo dejar de vivir mi vida para vivir en la angustia.

Y levantarse, porque hay que seguir, pues porque “cha quedao buen día” para dar un paseo, para que la música nos siga acompañando, los nuestros nos sigan abrazando, y la vida nos siga premiando. Porque nos premia, aunque no siempre lo sintamos así.

Y seguir con todo, y aprovechando estos meses de break flamenco y deportivo para descansar, escribir, y tomármelo todo con pasión pero con calma, que descansar no es para hacer sentirnos culpables ni está penado por ley.

Ah! Y a aprender que se debe congelar el pulpo antes de lanzarlo al agua 🙂

via GIPHY

Gracias por estar ahí siempre 🙂

Un gran abrazo,

K@.

Pin It on Pinterest